Aracataca, un pequeño pueblo en la costa Caribe de Colombia, se despierta cada 6 de marzo envuelto en el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles centenarios. Este rincón mágico, conocido por ser la cuna de Gabriel García Márquez, es más que un lugar: es el corazón de Macondo, un espacio donde la realidad y la ficción se funden, y donde las historias del realismo mágico cobran vida.

Este 6 de marzo , el universo de Macondo celebra un nuevo aniversario del nacimiento de su más ilustre narrador: Gabriel García Márquez . Como un regalo para su memoria, Aracataca se convierte en un relato vivo, un escenario donde la realidad y la ficción se entrelazan.

La iglesia de blancas torres que parecen tocar el cielo, la ceiba centenaria que ha sido testigo de amores y despedidas, y los ríos donde el tiempo se desliza lento como en las páginas de Cien años de soledad , siguen siendo un refugio de magia y memoria.

En el aniversario del nacimiento de su hijo más ilustre, Aracataca, se viste de fiesta. Las campanas de la iglesia de San José, que han resonado por generaciones, celebran la memoria de ‘Gabo’ mientras el sol ilumina el emblemático árbol de almendro, símbolo de la vida de su obra.

El árbol, como un libro abierto, extiende sus ramas, narrando los relatos de antaño a quienes se atrevan a escuchar. En cada rincón del pueblo, el eco de las palabras de García Márquez se mezcla con la brisa caribeña, mientras las mariposas amarillas revolotean, recordando el amor eterno que jamás se desvanece.

Pero Aracataca no solo está hecha de paisajes, sino de su gente, guardianes de una historia que trasciende las páginas y se cuenta con la voz. Carlos Nelson Noche Fontalvo ha sido testigo de la transformación del pueblo desde que Gabo recibió el Premio Nobel en 1982. “Antes, las calles no estaban pavimentadas, no había alcantarillado ni acueducto. El agua la vendían por la calle en burro, en carretilla… pero desde que él ganó el Nobel, todo cambió. Ahora vienen japoneses, chinos, italianos, alemanes, franceses, gente de todas partes del mundo, todos queriendo conocer la tierra que inspiró Cien años de soledad ”, cuenta con orgullo.

Yolanda María Marcos de Saade, cataquera de corazón, describe la emoción colectiva que sintió el pueblo cuando Gabo fue reconocido como el mejor narrador del mundo: “Para nosotros, los cataqueros que amamos Aracataca, fue un honor enorme tener la dicha de contar con un Premio Nobel. Cuando Gabo ganó, el pueblo se llenó de alegría, de orgullo, fue una emoción inmensa, como la que sintió toda Colombia”.

Por las calles de Aracataca, las historias de su gente se entrelazan con la literatura, y quienes las cuentan las convierten en una experiencia viva. Manuel Enrique Mojica , conocido como «Kike», es más que un guía turístico; es un narrador del alma del pueblo, un puente entre el Macondo literario y la realidad cataquera.

“Aquí no solo contamos la historia de Gabo, aquí la vivimos. Cada esquina tiene un eco de su voz, cada casa un retazo de sus recuerdos”, dice con emoción mientras recorre las calles, señalando la vieja estación del tren, la Casa Museo y la iglesia donde fue bautizado el Nobel.

Frente a la Casa Museo, entre artesanías que parecen salidas de los sueños de Melquíades, doña Caridad Mejía le pone alma a cada recuerdo. “Yo los atiendo bien, con cantos y cuentos, porque sin las mariposas amarillas no somos nada”, dice con una sonrisa, mientras acomoda los imanes, llaveros y camisetas que llevan el rostro del Nobel impreso. Sus manos moldean recuerdos, pero su voz mantiene vivo el mito.

Desde Rostro Caribe, invitamos a los amantes de la cultura y el realismo mágico a recorrer Aracataca, un lugar donde la literatura, la historia y la magia se encuentran.

Este contenido hace parte del Taller: «Narrar el Caribe desde la mirada de Gabo: estación ARACATACA», con el apoyo de la Fundación Gabo, un espacio de formación y creación que busca homenajear a quien hizo de este rincón del mundo un lugar inmortal.




Así, Aracataca sigue siendo el alma viva de Macondo, un lugar donde la realidad y la magia nunca dejan de existir.